La igualdad no puede quedarse en cosmética reputacional

En los últimos años, la diversidad de género se ha convertido en un mantra corporativo. Informes de sostenibilidad llenos de compromisos, departamentos de comunicación que exhiben cifras y fotos de directivas que adornan memorias anuales. Pero la realidad es más incómoda: demasiadas de esas acciones son maquillaje, cosmética reputacional sin impacto real ni en la vida de las mujeres ni en la competitividad de las empresas.

Los datos son claros y deberían incomodarnos: la brecha salarial vuelve a crecer en Europa, las mujeres jubiladas cobran hasta un 30 % menos y en sectores estratégicos como energía, STEM o infraestructuras, la presencia femenina en la alta dirección sigue siendo anecdótica. Mientras tanto, se celebran aumentos mínimos en los consejos como si fueran grandes victorias.

El error de fondo es tratar la igualdad como un gesto estético en lugar de como una estrategia de negocio. Tener mujeres en la foto no cambia dinámicas de poder; crear entornos donde puedan tomar decisiones reales sí.

La evidencia empresarial es contundente: las compañías con mayor diversidad en sus equipos directivos no solo son más innovadoras, sino también más rentables. Estudios de McKinsey muestran que tienen hasta un 25 % más de probabilidades de superar a sus competidores en resultados financieros. Además, la presencia femenina en puestos de decisión reduce la rotación de talento, incrementa el engagement y fortalece la reputación corporativa frente a inversores y clientes. En un entorno donde la sostenibilidad y el ESG marcan la agenda, la diversidad ya no es un gesto estético: es un factor diferencial de competitividad.

El liderazgo femenino no puede limitarse a cifras para un informe. Requiere espacios donde se compartan decisiones estratégicas, redes de apoyo que eviten la fuga de talento y estructuras que reconozcan la aportación de las mujeres más allá de la cuota simbólica.

La diferencia entre parecer y ser es también la diferencia entre empresas que se quedarán atrás y aquellas que sobrevivirán en un mundo volátil. La diversidad no es un adorno en la vitrina: es el motor en la sala de máquinas.

El reto está en pasar de la cosmética a la transformación real. Y la oportunidad, en hacerlo juntas.

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