El feminismo, en su esencia, siempre buscó la igualdad, no la división. Sin embargo, según un reciente estudio del CIS en España, solo el 30% de las mujeres se identifican hoy como feministas, y cada vez más rechazan esta etiqueta. No quiero pensar que sea porque se ha abandonado la creencia en la igualdad, sino más bien por la percepción de un discurso que no las representa.
Paralelamente, una encuesta en Europa revela que solo el 40% de los hombres se sienten cómodos apoyando el feminismo en su estado actual. Muchos lo perciben como una confrontación, una supuesta amenaza al “status quo” que pone en riesgo los valores tradicionales en lugar de proponer igualdad. Esta percepción distorsionada nos hace perder de vista la verdadera naturaleza del movimiento: construir un mundo en el que hombres y mujeres luchen juntos contra las desigualdades, en lugar de sentirse atacados o excluidos.
¿Acaso no deberíamos celebrar que las mujeres hayan ganado voz y espacio en todos los ámbitos sociales, económicos y políticos? Como sociedad, debemos trascender la confrontación y recordar que el feminismo, en su núcleo, une y no divide.
Emma Watson lo dijo así recientemente en su discurso en la ONU: “La igualdad de género es una lucha conjunta que necesita el compromiso de todos”.
Cada vez que tengo la oportunidad de hablar en algún foro, insisto en la idea de que el feminismo busca derribar barreras de exclusión, no levantar nuevas. Porque, al final, cualquier persona con un mínimo de conciencia social, es feminista. No por ideología o etiqueta, sino por el compromiso con una igualdad que no amenaza, sino que edifica un futuro más inclusivo y justo.