Cada 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer genera debates que parecen no agotarse nunca. Entre quienes celebran los avances hacia la igualdad y quienes cuestionan la necesidad de dedicar un día a la mujer, surge esta pregunta inevitable: ¿por qué un “Día de la Mujer”?
Para mí, la respuesta es clara: este día no es para dividir, sino para reflexionar, crear conciencia y celebrar los avances logrados. Mientras sigan existiendo desigualdades, brechas salariales, violencia de género y una representación insuficiente en puestos de liderazgo, esta fecha nos recuerda lo que hemos avanzado y lo que aún queda por transformar.
Celebrar el Día de la Mujer no es una demanda de privilegios, porque la igualdad que perseguimos consiste en ser tratadas con la misma dignidad y respeto, tener acceso a las mismas oportunidades, reconociendo nuestras diferencias y lo que estas aportan para complementarnos.
A quienes argumentan que esta celebración es innecesaria porque no existe un «Día del Hombre», les diría que el verdadero reto sería no necesitar un día para reconocer y celebrar nuestros derechos, porque la igualdad debería celebrarse cada día, sin excepción.
La igualdad de género no es un fin en sí mismo, sino un medio para construir una sociedad más justa y humana. Es aceptar que las diferencias no deben ser barreras y si puentes, y que el progreso de las mujeres suma. Porque cuando las mujeres avanzan, avanzamos todos.
Seguir celebrándonos no es solo un acto de justicia, sino de determinación.
Un futuro donde nuestras hijas y nuestros hijos tengan las mismas oportunidades.
Un futuro donde la igualdad no se reivindique, sino que se viva.
Y hasta que ese día llegue, seguiremos alzando la voz cada 8 de marzo.
La igualdad no borra lo que nos hace únicas; al contrario, nos permite ser sin pedir permiso.