El 17 de junio de 2025 pasará a la historia.
No solo porque el Comité Olímpico Internacional (COI) eligió por primera vez en 131 años a una mujer como presidenta. Ni solo porque esa mujer, Kirsty Coventry, es también la primera persona africana en ocupar ese cargo.
Pasará a la historia porque esa mujer eligió cómo empezar su mandato con esta afirmación:
“Una telaraña solo es fuerte cuando todas sus hebras se entrelazan.”
Y a veces una metáfora es más revolucionaria que un discurso entero.
El cambio de eje: del poder vertical a la red horizontal
Coventry no llegó con promesas vacías ni con fórmulas de manual. Llegó con una idea poderosa: que el poder de verdad se construye en red, no en soledad.
Esa imagen —una telaraña que se sostiene solo si todas sus hebras están conectadas— pone en jaque la forma clásica de pensar el liderazgo. Porque cuestiona el mito del “líder individual”, omnisciente, infalible y aislado.
Coventry lo dice sin necesidad de decirlo:
Liderar no es ocupar un cargo, es crear estructura para que otros también crezcan.
Y esa mirada no es casual. Es el fruto de una trayectoria marcada por la colaboración: como atleta, como ministra, como madre y ahora como figura global del deporte y la diplomacia.
¿Qué implica este cambio para quienes trabajamos por un liderazgo con propósito?
En el ecosistema empresarial, institucional y social, la metáfora de Coventry debería hacer saltar varias alertas (y oportunidades):
- ¿Cómo lideramos nuestros equipos?
¿Seguimos evaluando resultados solo desde lo individual, o entendemos que el valor real surge del trabajo en red, del impacto cruzado, de lo que una aporta a otra? - ¿Qué estructuras estamos construyendo?
¿Piramidales y excluyentes, o abiertas y multiplicadoras? - ¿Quiénes siguen fuera de las decisiones clave?
Porque si no tejemos con todas las hebras —géneros, culturas, generaciones— nuestra red será siempre parcial… y por tanto, débil.
Las mujeres no solo estamos llegando. Estamos cambiando el mapa.
Lo que ha hecho Kirsty Coventry es algo más que simbólico. No solo ha roto un techo. Ha señalado el suelo nuevo sobre el que quiere construir.
Y no lo ha hecho desde la confrontación, sino desde la colaboración.
Desde la certeza de que liderar también es invitar, entrelazar, sostener y multiplicar.
En Women On Board sabemos bien que el poder de una red no se mide por su tamaño, sino por su capacidad de sostener.
Y que los verdaderos cambios —los que permanecen— no nacen del aislamiento, sino de la conexión honesta y estructurada entre personas que creen en algo más grande que sí mismas.
“Construyamos juntas una red donde todas contemos.”
Y ese, exactamente ese, es el tipo de liderazgo que queremos para el futuro.