Durante la 69ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU, Sima Bahous, directora ejecutiva de ONU Mujeres, lanzó una reflexión que interpela a nuestras sociedades:
«Treinta años después de la Declaración de Beijing, la promesa de la igualdad de género en el liderazgo político sigue sin cumplirse. El progreso no solo es lento; está retrocediendo. No podemos aceptar un mundo donde la mitad de la población sea sistemáticamente excluida de la toma de decisiones».
Pero no nos quedemos con la frustración de ese diagnóstico, veámoslo como una oportunidad: una oportunidad para demostrar por qué el liderazgo femenino importa para el conjunto de la sociedad.
Avances que importan
En Iberoamérica, los datos muestran progreso: la región lidera en representación parlamentaria femenina a nivel global, y algunos países han alcanzado gabinetes paritarios. No se trata de cuotas ni de equilibrios simbólicos. Lo que está en juego es otra cosa.
Porque cuando las mujeres lideran, cambian las agendas. Cambia el foco, cambia el estilo, cambia la cultura. Se redistribuye el poder y, con él, el futuro.
No se trata solo de representar al 50% de la población. Se trata de representar el 100% del talento, de la experiencia y de la inteligencia colectiva.
En países como México, más del 50% de los escaños del Congreso están ocupados por mujeres; aunque menos del 30% de las presidencias municipales están en manos femeninas. La paridad legal ha abierto puertas, pero la transformación estructural del poder aún avanza a contracorriente.
Y en España, aunque el Gobierno ha sido paritario en varias legislaturas y el Congreso actual tiene un 44% de mujeres diputadas, solo hay tres presidentas de comunidad autónoma entre diecinueve. La participación femenina decrece a medida que se asciende en el nivel de poder territorial o económico.
Liderar con propósito, no solo con poder
Afortunadamente, las mujeres que hoy ocupan posiciones de liderazgo lo hacen abriendo camino, no solo ocupando un espacio. No buscan imitar estilos, buscan transformar realidades. Y eso requiere más que visibilidad: requiere red, propósito y estrategia.
En Women On Board, lo vemos cada día: cuando una mujer se sienta en la mesa de decisiones con confianza, respaldo y comunidad, el impacto se multiplica.
Estudios del Banco Mundial y del FMI han vinculado la participación femenina en la toma de decisiones con mejoras en gobernanza, niveles más bajos de corrupción y mayor inversión en educación y salud. No es una cuestión de justicia, es una cuestión de eficacia y visión a largo plazo.
¿Y ahora qué?
Es tiempo de acelerar. De mirar hacia adelante con ambición colectiva. No para alcanzar la igualdad como una meta numérica, sino como una forma más justa y eficaz de construir el futuro.
El liderazgo femenino no es una deuda pendiente, es una promesa activa.