Ayer 17 de junio tuve la oportunidad de asistir, en la sede de Repsol, a la presentación del informe “Coste de oportunidad de la brecha de género en la conciliación”, elaborado por Closingap y Repsol. Fue una mañana reveladora: datos que ponen cifras a lo que millones de mujeres vivimos cada día.
Agradezco profundamente haber sido invitada a escuchar de primera mano este estudio, tan completo y necesario, que merece mucho más que un solo artículo.
A continuación comparto una reflexión centrada en la mochila invisible: esa doble jornada de planificación y organización doméstica que rara vez aparece en las estadísticas, pero que define nuestra realidad.
Lo que nos dice el informe
El informe presentado por ClosinGap y Repsol revela que la desigualdad en la distribución de las tareas domésticas y de cuidados entre hombres y mujeres no solo es persistente, sino profundamente costosa. Según el análisis, las mujeres en España dedican cada día 3,2 horas más que los hombres al cuidado del hogar y la familia, lo que equivale a dos jornadas laborales adicionales a la semana.
Esto no se limita al tiempo físico: incluye lo que el informe denomina explícitamente como “carga mental”. Planificar citas médicas, saber cuándo hay que poner vacunas, decidir qué cocinar esta semana, comprar el regalo del cumpleaños del niño, extraescolares, ruta escolar, gestión emocional del hogar… Todo eso lo piensan, organizan y ejecutan, en su gran mayoría, las mujeres. Es lo que se llama la mochila invisible.
Esa desigualdad de tiempo y esfuerzo no se queda en el ámbito personal. Tiene un precio colectivo. El informe estima que, si las mujeres dedicaran las mismas horas que los hombres a tareas del hogar y cuidados, España ganaría 41 millones de horas diarias de talento disponible.
El coste de oportunidad anual de esa brecha asciende a 95.581 millones de euros, un 6,4% del PIB.
Pero más allá del dato económico, el impacto es humano: la “pobreza de tiempo” que viven millones de mujeres limita su salud, su bienestar y su desarrollo profesional. No hablamos solo de una injusticia silenciosa, sino de un freno real al progreso del país.
Esta carga mental no figura en ningún informe oficial ni cotiza en la Seguridad Social, pero drena energía, concentración y creatividad.
Este informe no es una queja: es una radiografía. Una que necesitamos mirar con valentía. Porque si medimos lo que ocurre —como decía Marieta Jiménez en la apertura del evento—, entonces también podemos cambiarlo.
¿Por qué importa reconocerla?
- Desgaste invisible. Cada planificación mental, cada recordatorio, es un pequeño “latigazo” que acumula estrés y reduce nuestro bienestar.
- Impacto profesional. Menos foco, más interrupciones internas, decisiones retrasadas: la doble jornada se traduce en menor productividad real.
- Brecha de oportunidades. Cuando la mochila pesa demasiado, muchas optan por reducir jornada o abandonar proyectos con alto potencial.
Reconocer la mochila invisible es el primer paso para diseñar políticas de conciliación que no se limiten a horas de permiso, sino que aborden la verdadera responsabilidad compartida.
Conclusión
La mochila invisible no es un accesorio voluntario; es el peso que muchas mujeres arrastramos cada día y que, sin reconocimiento, perpetúa la desigualdad. Hasta que no integremos esta dimensión en nuestras políticas y cultura organizativa, la brecha de conciliación seguirá siendo un espectro que frena el crecimiento colectivo y la libertad individual.
La igualdad no avanza por inercia: necesita mirada atenta, datos que no olviden lo invisible, y la voluntad de cambiar estructuras que hoy nos definen.